En un entorno global cada vez más complejo para el comercio del vino, los aranceles, impuestos y normativas de importación se han convertido en factores decisivos a la hora de seleccionar mercados estratégicos. Uno de los casos más representativos es Estados Unidos, un país que, a pesar de ser uno de los mayores consumidores de vino del mundo, presenta barreras fiscales que afectan directamente a la competitividad de los vinos europeos y, especialmente, de los vinos españoles.
Un mercado atractivo, pero cada vez menos accesible
Estados Unidos ha sido históricamente un mercado prioritario para muchos productores de vino, especialmente por su tamaño, poder adquisitivo y apertura a nuevas tendencias. En 2024, EEUU seguía siendo el mayor mercado de exportación de vinos de la UE con envíos de vino por valor de 4.880 millones de euros. Las exportaciones a EEUU representaron el 28% del valor total de las exportaciones de vino de la UE. Sin embargo, las condiciones fiscales han ido endureciéndose en los últimos años. A los ya elevados costes logísticos y exigencias regulatorias, se suman impuestos federales y estatales, así como los efectos residuales de medidas arancelarias que han encarecido la entrada de productos europeos.
En algunos estados, como Nueva York o California, los importadores deben enfrentarse a estructuras impositivas escalonadas, licencias específicas y tasas sobre ventas que pueden superar el 20% del valor final del producto. El impacto es significativo en el caso de los vinos acogidos a Denominaciones de Origen Protegidas (DOP) y a Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP), de mayor calidad y valor añadido. Además, las normas del three-tier system (productor–distribuidor–minorista) siguen limitando la libertad comercial directa, dificultando las relaciones fluidas entre bodegas y clientes.
Impacto en el sector vitivinícola español
España, como tercer exportador mundial de vino, ha visto en los últimos años cómo la competitividad de sus productos se resiente en EE.UU. frente a países con tratados bilaterales más favorables, como Chile o Australia. A esto se suma el hecho de que para muchas bodegas pequeñas y medianas, especialmente aquellas que trabajan con un enfoque artesanal o ecológico, sea complicado asumir los sobrecostes y adaptarse con agilidad a las nuevas exigencias del mercado estadounidense.
Desde el punto de vista macroeconómico, el valor de las exportaciones españolas de vino a EE.UU. ha mostrado signos de estancamiento o incluso retroceso en determinadas categorías, especialmente las de vinos embotellados con denominación de origen, donde el precio final se ve fuertemente penalizado por la carga fiscal.
El caso de Del Álamo Family Vineyards
En Del Álamo Family Vineyards, una bodega familiar con viñedos propios y una clara vocación exportadora, somos plenamente conscientes del reto que suponen estas dinámicas. Con un enfoque en vinos ecológicos, veganos y modernos, hemos trabajado desde el inicio por consolidar nuestra presencia internacional, explorando tanto mercados consolidados como nuevos destinos con potencial de crecimiento.
Ante el escenario fiscal poco favorable en Estados Unidos, hemos intensificado nuestra labor de prospección en mercados alternativos donde se valoran tanto la calidad como el origen del producto y las barreras de entrada son más accesibles. Latinoamérica, Europa del Este o países del sudeste asiático están mostrando un creciente interés por el vino español y presentan condiciones más flexibles para el desarrollo comercial, incluyendo menores aranceles, acuerdos comerciales activos y un consumo emergente.
Diversificación como estrategia de futuro
La diversificación geográfica es hoy más necesaria que nunca para las bodegas españolas. No se trata solo de buscar más ventas, sino de proteger el modelo de negocio ante posibles desequilibrios internacionales. Las tensiones comerciales, la inflación logística o los cambios en la fiscalidad, como los que se están planteando en algunos estados de EE.UU. respecto a los impuestos sobre el alcohol, pueden poner en riesgo inversiones importantes si la dependencia de un solo mercado es excesiva.
En este contexto, contar con una estrategia de exportación flexible y basada en el análisis de riesgos se convierte en una prioridad. Para bodegas como la nuestra, es fundamental no solo observar los datos económicos, sino también escuchar a los importadores, adaptarse a los marcos legales locales y reforzar relaciones comerciales duraderas y sostenibles.